La primera evidencia que se tiene del uso de una fuente de energía externa por parte del ser humano llegó hace un millón de años con descubrimiento del fuego. Un hito que dio el pistoletazo de salida de una larga carrera, que hoy continúa, por explotar los recursos energéticos. Fueron necesarios varios miles de años para que el ser humano aprendiera a controlar el fuego a su antojo siempre que necesitara calentarse, cocinar o defenderse de las bestias.
A finales del siglo XVII, tienen lugar importantes progresos en la Física y la Química, que
darían lugar al desarrollo de la máquina de vapor, pilar de la Revolución Industrial en el XVIII. Sus aplicaciones en el transporte marítimo y en el ferrocarril se generalizaron a nivel mundial.
La combustión de la madera sostuvo hasta mediados del XIX este desarrollo hasta que, primero con el carbón y después con el petróleo, los combustibles fósiles tomaron un protagonismo que aún perdura.
En la Edad Media surgirían los molinos hidráulicos y de viento, para moler cereales o bombear agua. También empezó a proliferar el uso del carbón como fuente de energía por combustión frente a la madera. A China se le debe el descubrimiento de la pólvora a finales de la Edad Media, que otorgaba un gran poder destructivo a partir de la energía química que almacena.
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